Consumida por mi pérdida, no me dí cuenta de la dureza del banco de la iglesia donde estaba sentada. Yo estaba en el funeral de mi queridísima amiga...mi Mamá. Ella finalmente hizo su transición. La tristeza era tan intensa, que yo dificilmente encontraba respirar a veces. Siempre solidaria, Mamá aplaudió fuertemente cuando yo tenía algun juego en la escuela; me ofreció pañuelos y escuchó la primera desilusión de mi corazón; me consoló en la muerte de mi padre; me dió valor durante mis años de colegio; y oró por mi durante toda mi vida. Aunque no era vieja, su salud comenzó a declinar. Mi hermana acababa de tener a su bebé, y mi hermano recientemente se había casado con su amorcito de la niñez. Eso me dió a mi, la hija de enmedio de 27 años, soltera y sin enredos, la oportunidad de hacerme cargo de ella; y lo consideré un honor hacerlo. ¿Y ahora que, Dios?, me preguntaba sentada en la iglesia. Mi vida se tendía ante mí como un abismo vacío. Mi hermano sentado estoicamente mirando todo ...
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