viernes, 29 de mayo de 2009

LA ÚLTIMA RISA DE MAMÁ

Consumida por mi pérdida, no me dí cuenta de la dureza del banco de la iglesia donde estaba sentada.
Yo estaba en el funeral de mi queridísima amiga...mi Mamá.
Ella finalmente hizo su transición.
La tristeza era tan intensa, que yo dificilmente encontraba respirar a veces.
Siempre solidaria, Mamá aplaudió fuertemente cuando yo tenía algun juego en la escuela; me ofreció pañuelos y escuchó la primera desilusión de mi corazón; me consoló en la muerte de mi padre; me dió valor durante mis años de colegio; y oró por mi durante toda mi vida.
Aunque no era vieja, su salud comenzó a declinar.
Mi hermana acababa de tener a su bebé, y mi hermano recientemente se había casado con su amorcito de la niñez. Eso me dió a mi, la hija de enmedio de 27 años, soltera y sin enredos, la oportunidad de hacerme cargo de ella; y lo consideré un honor hacerlo.
¿Y ahora que, Dios?, me preguntaba sentada en la iglesia.
Mi vida se tendía ante mí como un abismo vacío.
Mi hermano sentado estoicamente mirando todo mientras apretaba la mano de su esposa. Mi hermana se dejo desplomar sobre el hombro de su esposo, y él la abrazaba al mismo tiempo que mecía a su bebé.
Todos estaban tán profundamente acongojados, que nadie se daba cuenta de que yo estaba sentada sola.
Mi lugar siempre fué con nuestra Madre: preparando sus comidas, ayúdandola a caminar, llevándola con el doctor, dándole sus medicinas, leyendo libros juntas.
Ahora ella estaba en el cielo.
Mi trabajo había finalizado, y yo estaba sola.
Escuché una puerta que se abrió y se golpeó al cerrar en la parte trasera de la iglesia. Unos pasos apresurados corrieron sobre la alfombra. Luego, un exasperado hombre joven llegó mirando brevemente a todos, y entonces, se sentó junto a mi. Cruzó sus manos y las colocó sobre su regazo. Sus ojos estabán llenos de lágrimas. El comenzó a sollozar diciendo "llegué tarde", cuando ninguna explicación era necesaria.
Después de leerse mucho elogios, él se recargó sobre el respaldo y me comentó, "¿porqué ellos la siguen llamándola Margaret en vez de Mary?". "Porque ese era su nombre, Margaret. No Mary. ¡Nadie la llamaba Mary!" le susurré.
Me preguntaba porqué ésta persona no se pudo haber sentado en el otro lado de la iglesia. Él estaba interrumpiendo mi aflicción con sus lágrimas y su agitamiento. ¿¡Quién era éste extraño de cualquier forma!?
"¡No!, eso no es correcto" el insistía, mientras muchas personas nos miraban por estar susurrando, "su nombre era Mary, Mary Peters".
"Ésa no es quien ésta es" le dije.
"¿No es ésta la iglesia Luterana?" preguntó.
"No, la iglesia Luterana está cruzando la calle. Ésta es la iglesia Bautista" le dije a él.
"¡Oh, yo creo que yo estoy en el funeral equivocado!" dijo él con la cara enrojecida.
La solemnidad de ocasión se mezcló con el hecho de la equivocación del hombre, e hizo brotar desde mi interior una risa.
Yo tapé mi cara con mis manos, esperando que al no poder parar de reir, esta se pudiera interpretar como sollozos.
¡Hasta el rechinido de la banca de madera me daba risa!
Miradas agudas de otros dolientes solo hacían que la situación pareciera mas hilarante.
Yo espiaba de reojo a este confundido y mal orientado hombre sentado junto a mi. Él estaba riéndose también, y echando un vistazo, decidió que era muy tarde para hacer una exitosa salida.
Me imaginé a Mamá riéndose a carcajadas en ese momento.
En el amén final, nos topamos en la puerta y fuimos al estacionamiento, "Yo creo que nosotros seremos la habladuría del pueblo por un rato" me dijo sonriendo. Me dijo también que su nombre era Ricky, y cómo él se había perdido el funeral de su Tía, me pidió que fueramos por una taza de café.
Esa tarde comenzó una jornada de vida para mi con este hombre quien asistió al funeral equivocado, pero estaba en el lugar correcto.
Un año después de que nos conocimos, nos casamos en una iglesia de campo donde él era el asistente del Ministro. Ésta vez nosotros llegamos a la misma iglesia, en el tiempo correcto.
En lugar de penas, Dios me dió risa. En lugar de soledad, Dios me dió a alguien a quien amar.
El mes pasado nosotros celebramos nuestro 29 aniversario de bodas.
Cualquiera que nos pregunta cómo nos conocimos, Ricky les dice: "su Madre y mi Tía Mary nos presentaron, y verdaderamente somos una pareja hecha en el cielo".