jueves, 21 de julio de 2011

Del cofre de tesoros

Cuando eramos niños, mi Mamá nos llevaba de vacaciones de verano a mi y a mis hermanos a los lugares donde ella tenia casa y buenos amigos. Ella nació en Colima, conocía muy bien esa ciudad así también como Guadalajara y algunos pueblos del estado de Jalisco.
Según recuerdo cada año ella agarraba a sus chicos, compraba boletos de autobus, y viajaba con nosotros. Para un viaje de a veces hasta 16 horas cargaba con todo: ropa, zapatos, lonches para el camino, jugos, fruta, agua, almohadas, cobijas para la noche, papel de baño... ¡hasta nicas!
...Me pregunto si esos viajes hicieron que tanto a mi como a mis hermanos nos guste viajar y recorrer los caminos.
Cuando tuve mi primer trabajo y comencé a ganar dinero, mi primer viaje sola a un playa fue a una que mi Mamá siempre nos platicaba de ella: Cuyutlán. Cuyutlán es una playa a mar abierto, famosa por sus olas bravas llamadas "olas verdes" que pueden alcanzar hasta 8 metros en los meses de abril y mayo, y donde por cierto en esa temporada se hacen competencias de surf. No es una playa grande, mas bien es un pequeño pueblo de unos 1,000 habitantes situado entre la laguna y el mar, con hoteles y pequeños restaurants donde se puede comer rico y barato.
Mi Mamá nos contaba que en cierta ocasión cuando ella era joven el mar se recogió, y entonces todos sabían que algo iba a suceder; minutos después el mar se "salió" y arrasó con todo lo que encontró a su paso.
Aún y cuando ella sabía que esa playa no es una piscina, y que yo nunca antes había estado ahí, no me detuvo. Ella confió y solo me dijo: "Dios va contigo". Así que cuando tuve mi maleta lista y mi boleto de autobús en la mano partí hacia allá.
Ese viaje sola a la playa ha sido uno de los más enriquecedores que yo he vivido. En todo momento me encontré con gente amable que me dio información como si yo fuera alguien muy querido o cercano. Los dueños del hotel donde me hospedé me cuidaron como si fuera parte de su familia, e incluso le dijeron a un chico que la hacia de salvavidas "ahí te la encargamos, no sabe nadar".
Me pasé ahí dos deliciosos días disfrutando mi aparente soledad.
Mi Mamá me enseñó a disfrutar de los viajes, pero sobre todo a saber que Dios va conmigo...y más que eso: DIOS ESTA EN MI Y CONMIGO SIEMPRE.