miércoles, 10 de agosto de 2011

El señor del veneno

En uno de mis varios días de vacaciones en la ciudad de México, mi amiga Ale y yo fuimos a pasear por el centro histórico. Anduvimos recorriendo algunos sitios, y entre ellos visitamos la catedral de la iglesia católica para admirar la belleza del órgano que se encuentra ahí y que data del año 1735; mide 14mts de alto, 10mts de ancho, y 3mts de grueso, y como además esta situado sobre una base de 6 mts se ve imponente.
Dentro del recinto, otra de las cosas que más llamo mi atención fue un letrero que dice: "Anote aquí sus intenciones para las misas del señor del veneno. Deposite en la alcancía su generoso donativo". Como yo no sabia a que se refería esto, pregunté a la Mamá de Ale y ella fue quien nos contó la historia de esta leyenda:



"Don Fermín de Andueza era un hombre rico, virtuoso y estimado por la gente. Generoso al dar ayuda de cualquier tipo a quien se lo solicitaba, tanto afectivamente como en cuestión económica. Diariamente iba a misa al amanecer. Cuando entraba y salía de la iglesia le rezaba a un gran crucifijo, le besaba los pies y depositaba unas monedas de oro en el plato petitorio.
En aquel entonces había otro señor, Don Ismael Treviño, que era egoísta y envidioso con todos; le tenía unos celos absurdos y siempre despotricaba contra Don Fermín e incluso le obstaculizaba algunos negocios, aunque nunca pudo frustrárselos. Su envidia se transformó en odio y un día planeó matarlo: aplicó un veneno de efecto paulatino en un pastel de hojaldre que le dio a Don Fermín con la mentira de ser obsequio de un concejal amigo suyo. Don Fermín se lo comió y Don Ismael lo espió para asegurarse de lo hiciera y surtiera efecto.
Al día siguiente en la mañana, Don Fermín estando en la iglesia, le rezó al crucifijo como de costumbre y al besarle los pies a la efigie blanca como el marfil, estos se pusieron negros, y poco a poco fue recorriendo el cuerpo hasta que la imagen se ennegreció totalmente absorbiendo así todo el veneno de Don Fermín.
Los feligreses presentes se sorprendieron del fenómeno; Don Ismael quien había estado escondido y viendo todo se conmovió y se arrepintió de su odio. Le confesó su propósito a Don Fermín y éste lo perdonó.
Don Ismael abandonó la ciudad y nadie supo más de él.
Ese Cristo negro se destruyó en un incendio que sólo al Cristo perjudicó y fue reemplazado por otro que está en la Catedral de México".

Para mi esta es una historia que deja un gran aprendizaje interior, independientemente de las creencias religiosas o espirituales de cada uno de nosotros: SI CADA DÍA NOS MANTENEMOS EN LA CONCIENCIA DE UNIDAD CON DIOS; SI CADA MOMENTO AGRADECEMOS A DIOS POR TODAS SUS BENDICIONES, AMOR, LUZ Y VERDAD; SI CADA DÍA HACEMOS LO MEJOR QUE PODEMOS POR TODO Y POR TODOS: A NADA HAY QUE TEMER, PORQUE DIOS Y YO SOMOS UNO.

"...no temeré mal alguno, porque Tu estarás conmigo...", "Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida..."