lunes, 8 de noviembre de 2010

¡YA LLEGUÉ!

Este pasado fin de semana viaje a la Ciudad de México, y realmente puedo decir que fue un viaje enriquecedor, un regalo de alegría y amor para mi corazón.
Aunque para los viajeros frecuentes quizás la experiencia que viví el viernes en el avión no es nueva para ellos, si fue totalmente nuevo para mi: cuando el avión cerro su puerta y comenzó su avance a la pista, y por el altavoz anunciaron que en las pantallas iban a proyectar desde la cabina del piloto, tanto el despegue como el aterrizaje. ¡Que sensación!: ver y sentir eso, fue ¡wow!.
Otra de las cosas que me siguen maravillando es la altura que alcanzan los aviones, y que si bien la temperatura fuera del avión es de hasta -49°C, dentro estamos a una temperatura por demás agradable.
En este viaje tuve la dicha de ver a varios de mis amigos quienes viven en la Ciudad, y en el Estado de México. También viajaron otras amigas de Colima para coincidir en DF. Fue como una fiesta para mi. Fue como una comida de Navidad adelantada, donde todos están felices, alegres, compartiendo, dando lo mejor de si mismos sin egoísmo, platicando, bromeando, cooperando; sin poses ni competencia. Como dice Lili, mi querida amiga locutora de radio: ahora es el tiempo en que nos estamos juntando los buenos.
Ya en el aeropuerto de regreso...perdí el vuelo. No me fije que en mi boleto electrónico la fecha de regreso no era el día 7 de noviembre, sino que decía 7 de enero. En lo que fui a hacer el cambio, el avión partió. No puedo decir humanamente que al principio esto fue agradable, el hacer largas filas y encontrarte con personas quienes al parecer no les agrada su trabajo; pero yo elegí ejercer mi propio control sobre el evento. Elegí sintonizarme y encontrarme con personas agradables quienes a pesar de tener tanto trabajo, si lo disfrutan. Y así fue. No me encontré a una, me encontré a muchas personas agradables: el chico que me atendió cuando fui a comprar un café, la señorita del mostrador de la sala B de la linea aérea, el matrimonio de la tienda donde compre una muñeca de tela, la señora que hace el aseo del sanitario, los señores que están en sillas de ruedas y que me dieron orientación....incluso el personal de vigilancia y revisión.
Pienso que aún dentro de la "prisa" con que la mayoría de nosotros estamos viviendo, siempre hay tiempo para dar unas palabras de motivación y bendición a quienes nos atienden, y eso a ellos, al igual que a nosotros, nos enriquecen y elevan nuestro espíritu. Las personas responden como en un espejo cuando tu las tratas como a ti mismo.
Al despegar el avión del aeropuerto de la Ciudad de México solo tenia estas palabras y sentimientos en mi corazón: GRACIAS DIOS. Gracias por todo el amor y alegría que me has dado. Gracias por este tiempo y presencias compartidas. Gracias Tíos, Gracias Ale, Gracias Carlos, Gracias Vic, Gracias familia Martínez, Gracias Clau, Gracias Sigo, Gracias Vivi, Gracias Don Raúl,......Gracias, Gracias, Gracias.
Con el corazón lleno de alegría y una sonrisa en mi cara a las 10 de la noche entre a casa y grite ¡Ya llegué!